La comunidad de Texcaltitlán que hizo justicia por su propia mano luce solitaria, sin actividades o personas en las calles y con comercios cerrados.
ras la batalla campal entre extorsionadores de la Familia Michoacana y habitantes de este municipio, que dejó un saldo de 14 muertos, la comunidad de Texcapilla parece un pueblo fantasma.
Los comercios y casas lucen cerrados y el silencio lo rompen perros, gatos y gallinas que deambulan por la zona.
Desde la entrada a Texcapilla el ambiente es tenso, sólo circulan patrullas y elementos estatales y federales, quienes resguardan el sitio, a una cuadra de los campos donde ocurrió el zafarrancho que dejó hasta ayer diez criminales y cuatro lugareños muertos, tres de ellos mujeres.
Llegar a la cancha de futbol donde los pobladores hicieron justicia por su propia mano no es complicado, sólo se llega por dos calles y está rodeada de escuelas, una oficina gubernamental, la iglesia de la comunidad y viviendas.
En el campo donde se celebraría un partido ayer aún quedan los restos de la masacre del viernes. Tres montones de ceniza marcan el sitio donde quedaron tres camionetas de los presuntos delincuentes calcinadas, restos de neumáticos, ropa táctica tipo militar, ropa interior quemada, restos de un casco, de un tenis, gorras, piezas de los vehículos y restos de las cintas amarillas para no pasar.
Donde quedó el cuerpo del presunto líder regional y de la célula, Rigoberto de la Sancha Santillán, El Payaso, quedó una mancha de sangre.
En algunas fachadas y autos quedaron los impactos de bala de grueso calibre que habrían accionado los gatilleros.
Fuente: Excélsior